
Hace unos días dispararon a 3 senegaleses en mi pueblo y hoy he asistido a un acto de repulsa a dichas agresiones racistas.
La pistola era de aire comprimido y no hubo víctimas mortales, así que fue un acto pequeñito, de apenas unas docenas de personas y mientras estaba allí me preguntaba si algo así tenía relevancia.
Personalmente, estoy convencido de que sí importa y mucho.
La integración es la piedra angular de la convivencia.
Yo he vivido 16 años fuera de la tierra que me vio nacer, de los cuales casi 13 fuera de España. Así que no hablo de oídas cuando hablo de emigración porque casi toda mi vida adulta es lo que he sido y de quien me he rodeado.
Evidentemente hay rangos y la vida de un inmigrante sin regularizar es infinitamente más dura de lo que fue en mi caso.
Ni punto de comparación.
La sensación de desprotección es inmensa, normalmente no tienes a nadie que pueda dar la cara por ti cuando realmente lo necesitas, no entiendes los usos y costumbres de la vida cotidiana y si a eso le sumas que no hablas el idioma, tareas básicas como ir al médico se convierten en una verdadera odisea.
Eso de que vienen los inmigrantes y se lo ponen todo por delante es una verdadera estupidez.
Delante de mi casa se pone un senegalés que vende 4 trapos y dos alpargatas y se lleva ahí unas 12 horas al día. ¿Es eso una vida fácil?
Pues el que quiera esa vida para él.
Cuidadores de personas mayores, jornaleros, vendedores ambulantes, … Todos esos son trabajos paupérrimamente remunerados e injustamente infravalorados.
La inmensa mayoría viven situaciones verdaderamente precarias y es precisamente esa sensación de vulnerabilidad la que justifica cualquier acto como el que ha habido hoy en Puerto Real.
La memoria es efímera.
¿Por qué creemos que los españoles tenemos una relación especial con argentinos, mejicanos o cubanos?
Pues porque cuando nos hizo falta una mano ellos nos la tendieron.
En España estamos olvidando peligrosamente rápido lo que somos y de dónde venimos: un país de emigrantes que necesitó dispersarse por medio mundo para escapar de la represión, del hambre y de la miseria.
Es precisamente en ese punto, en el momento que comentaba antes de sentirte verdaderamente desamparado, cuando más se agradece un abrazo.
En Europa hemos perdido la oportunidad inmensa de generar un vínculo de gratitud eterno con todos aquellos que escaparon de la Guerra de Siria. Bien hubiésemos hecho en tratar a esas personas como moralmente se merecen y como el propio derecho internacional nos conmina.
Una verguenza.
Todos somos nosotros.
Pero yendo a lo que iba.
El reunirnos un rato para condenar actos xenófobos o racistas puede ser algo irrelevante para el que tiene profundas raíces consolidadas durante generaciones en un territorio, pero no lo es para el que está empezando a integrarse.
Básicamente el mensaje es
«Vosotros también importáis. Todos somos nosotros.»
Y me consta que es un mensaje verdaderamente poderoso e importante.
Si no queremos tener varias comunidades conviviendo en un mismo territorio, sino una única comunidad solidaria, es fundamental empatizar con el que llega y para ello hay que atreverse a conocerlos, a integrarlos y a aceptar la diversidad como un rasgo de nuestra propia identidad.
Las consecuencias de no hacerlo así son por todos sin dudas conocidas e imagino que tener una sociedad llena de guetos, desigualdad y marginalidad no es plato de buen gusto para nadie.
La España pura.
El segundo motivo por el cual los movimientos de protesta públicos contra acciones o circunstancias que consideramos moralmente inaceptables es precisamente hacia los propios agresores.
La repulsa pública es una poderosa herramienta.
De la misma forma que a día de hoy hemos conseguido que no haya maltratadores que se jacten de ello, es nuestra obligación evidenciar sin excepciones que cualquier tipo de comportamiento racista o xenófobo es igualmente execrable.
Por suerte son pocos y España es un país que ha acogido a muchísimas personas sin conflictos sociales graves (por ahora), pero no se puede bajar la guardia.
A los defensores de las patrias y las tradiciones les invito a comprarse una máquina del tiempo y volver a la España de hace 80 años cuando éramos un país al que nadie quería venir a vivir.
La España de hoy es la que es y bien haríamos en disfrutar las oportunidades y la riqueza de un mestizaje intercultural que solo puede fortalecer al país con la tasa de natalidad más baja del mundo.
Nada de lo humano me es ajeno.
Fué Publio Terencio Africano el primero en escribir «Homo sum, humani nihil a me alienum puto» (Soy un hombre, nada de lo humano me es ajeno) y para mí es uno de los aforismos más bonitos e importantes que conozco.
Todo lo concerniente a la moral pública es mi problema y si hay alguien al que se le detrae su dignidad o se le trata de forma injusta a mí también me afecta.
Al fin y al cabo, un país no es más que una comunidad de personas libres e iguales que se garantizan solidariamente una serie de derechos y deberes.
Y aunque no seamos víctimas en primera persona, todos nos vemos moralmente aludidos para luchar contra lacras como el racismo, el machismo o la gerontofobia.
Yo en mi pueblo nunca sufriré agresiones racistas ni xenófobas lo cual no es óbice para que me lave las manos y me desentienda del problema.
En otras partes del mundo si las sufrí, sé lo que duele, y sé lo que se agradece tener alguien a tu lado, así que no puedo más que empatizar y devolver lo que otrora recibí.
Siento que es mi obligación, y respondiendo a la primera pregunta, cualquier acción que defienda la dignidad de cualquier persona, por pequeña que sea, importa.
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